Hoy asistí al acto de la Asociación de Antiguos Alumnos del Real Instituto de Jovellanos con una motivación especial, al participar en el mismo no sólo  como alcaldesa de Gijón en representación de toda la ciudadanía, sino también como gijonesa interesada en realzar el sentimiento jovellanista.

En algunas ocasiones, la entrega de galardones se concibe como un simple acto protocolario. No es este caso, en la entrega del premio Campanil al Parque Científico y Tecnológico y con el reconocimiento a Enrique Pérez Rodríguez como Antiguo Alumno Distinguido. Para mí no es un mero ritual protocolario porque es un acto trascendente que conecta con nuestro pasado, premia el presente y se plantea con proyección de futuro.

El origen de este premio radica en la fidelidad del alumnado a una institución y a unos principios adquiridos en su formación académica, en su periodo formativo, en su etapa de adquisición de saberes.

El alumnado del Instituto Jovellanos decidió hace años rehabilitar la torre-reloj del mismo, ese artilugio de hierro que durante el siglo XIX marcaba los tiempos de trabajo y de ocio en una ciudad burguesa y proletaria, laboriosa y lúdica, en una ciudad que crecía en torno a la primera revolución industrial. Mientras que en Oviedo el campanario de la catedral despertaba las vidas y las pasiones de la antigua Vetusta, en Gijón tres torres-reloj (la de la muralla, la del Ayuntamiento y la del Instituto Jovellanos) marcaban los ritmos de trabajo y de estudio de un amplio colectivo de cigarreras, pescadores, artesanos, obreros y estudiantes que constituían el principal activo de progreso de la ciudad. Fueron los antiguos alumnos los que vieron en la torre-reloj del Instituto todo un símbolo de adhesión a la causa jovellanista.

La medida pública del tiempo incita a su aprovechamiento y a su rentabilidad, tal como preconizaba la modernidad ilustrada, defensora de un impulso productivo en las prácticas populares. Aquí, en Gijón, enraizó aún más ese espíritu gracias a la intensa labor jovellanista, que aportó a nuestra ciudad una renovada morfología y novedosos valores académicos y morales. Todos los estudiosos coinciden en que sin Jovellanos esta ciudad sería otra. Sus iniciativas en el campo del desarrollo urbano (el ensanche, el Muro, el Puerto, las comunicaciones) y en la promoción de los valores ilustrados (conocimiento científico y aplicado, esfuerzo, tesón, virtud y aplicación) convirtieron a Gijón en una ciudad de espíritu abierto al progreso, con una poderosa sociedad civil y una vocación cosmopolita.

Premio al Parque Científico y Tecnológico de Gijón:

Buena prueba de lo que afirmo, la constituye el acto al que asistimos hoy en el que la Asociación de Antiguos Alumnos del Real Instituto de Jovellanos entrega su galardón anual al Parque Científico y Tecnológico de Gijón, una entidad inmersa en el campo de las ciencias aplicadas, tal como procurara Jovellanos. No creo necesario reiterar en cifras todo lo que representa el Parque para Gijón, basta con decir que ha generado más de 3.000 puestos de trabajo, que representa el 22% de las exportaciones de toda Asturias y que absorbe más del 43% de las ayudas en I+D+i de origen regional y local.

El Ayuntamiento tiene un papel impulsor en la Milla del Conocimiento, al asignar y coordinar recursos, y al dotar el proyecto de una estrategia cuyo principal elemento es el Parque Científico y Tecnológico, pieza clave de la Milla. Sin embargo, la Administración no es el elemento central de la Milla sino que este corresponde a las empresas que crean transferencia de conocimiento y de innovación.

En la Milla, el verdadero valor es el intangible que impregna el espacio y permite unos niveles de afinidad y acoplamiento entre empresas y emprendedores que no se da en ningún otro sitio. Podemos decir que el P.C.T. es, por si mismo, una imagen de marca.

El presente de Gijón y de Asturias ha de recaer en iniciativas de estas características que permitan desarrollar un tejido industrial de nuevo cuño, basado en la tecnología, la investigación y el diseño de proyectos con utilidad para un mercado global cada vez más exigente.

Premio a Don Enrique Pérez Rodríguez:

Junto al Parque Científico se premia este año a Don Enrique Pérez Rodríguez, por su trayectoria profesional como fundador y actual presidente de la empresa Irelsa y decano del Colegio de Ingenieros Técnicos del Principado de Asturias desde hace 20 años. Un reconocimiento que se suma al reconocimiento de los empresarios asturianos, a la insignia de plata de la Unión de Asociaciones de Ingenieros Técnicos Industriales de España, y a la Encomienda de Número de la Orden del Mérito Civil concedida por el Rey Juan Carlos.

A lo largo de estos años la relación entre el Colegio de Ingenieros Técnicos y el Ayuntamiento ha sido constante y fructífera, y en gran parte gracias al esfuerzo incansable y motivador de Enrique, quien apoya con vehemencia a los ingenieros técnicos y defiende su trabajo como piedra angular en el desarrollo industrial y tecnológico de nuestra región.

Quiero remarcar el esfuerzo que haces en mantener una sólida unión en el colectivo al que representas, y el afecto personal que has puesto en todos los proyectos y actos que han tenido lugar entre el Colegio de Ingenieros y el Ayuntamiento de Gijón. En tu persona se unen la profesionalidad y la humanidad, y es algo que hoy quiero agradecerte públicamente. Eres uno de nuestros mejores embajadores.

Mi felicitación y reconocimiento tanto los impulsores del premio como los premiados, porque ambos pertenecen a ese filón de la sociedad civil gijonesa que demuestra día a día su pasión por la ciudad y que no ceja en promover su progreso y engrandecimiento, dos objetivos que sin duda agradarían también a nuestro ilustre Jovellanos.